Érase una tarde más de monótona calma. Érase una habitación en un hospital, donde los últimos reflejos dorados de la tarde que atraviesan el cristal del ventanal, se entretienen en el techo jugando traviesos con las primeras sombras inquietas de la noche.Érase una niña en una cama encogida entre las sábanas. Tiene los ojos cerrados, está adormecida, pero no duerme. Piensa, dejando pasar el tiempo. Solo la acompañan sus recuerdos.Hace un rato que la dejaron en ese cuarto, uno de tantos. La trajeron de la unidad de vigilancia intjavascript:void(0)ensiva. Ya no está sondada, ya no parece una marioneta colgando de múltiples tubitos.La memoria se pierde recordando... Esta habituada a todo este trajín. A pesar de sus ochos años, ya es experta en carreras de uniformes blancos, verdes o azules..., con su cuerpo menudo y liviano volando siempre de acá para allá, cargada en unos u otros brazos. Y siempre, en todos sitios, al final del viaje, los gorros y las caras embozadas rodeándola y, sobre ellos, una luz cegadora.No llora ni se queja. Sabe que no le servirá de nada, después de un dolor vendrá otro y con ellos nuevas cicatrices. Poco a poco, sus sentimientos se fueron revistiendo de una coraza que la protege.Las sombras se apoderan lentamente de la estancia acompañando el reinado de la noche. La niña se gira hacia el contraluz de la ventana. Nota algo..., entreabre los párpados, son rendijas entre las cuales brillan curiosas dos estrellas verdes. Y se abren de par en par. ¡Hay un muñeco en la esquina del hueco del ventanal! Está sentado, la espalda apoyada en el cristal y los brazos en cruz. El corazón le da un brinco y, ella también salta fuera de la cama, pero gritando loca de alegría.-¡Trapillo! ¿Eres tú? ¡ Sí, bieeen!- A un palmo de él se detiene en seco. Se coloca brazos en jarra y con el ceño fruncido, casi pegada su nariz al rostro del muñeco le riñe.
-Dígame caballero dónde ha estado todo este tiempo. -Te dejé solo un momento en el balcón, mientras yo buscaba la merienda y cuando regresé ya no estabas… ¡Jooo!
-¡Eres un muñeco gamberro!-¿Sabes? Te voy dar un montón capones... y te voy..., te voy a dar un... Emocionada no puede continuar. Trapillo con el rostro más tiznado que nunca, la observa fijamente con sus ojos pícaros de mirada alegre y, su entrañable sonrisa. -...¡Te voy dar un montón de besos!- le dice entre sollozos, mientras le besa una y mil veces.Pletórica y feliz, gira y gira frenéticamente por la habitación, danzando en compañía de su amigo. La larga bata ya no se arrastra, ahora confundida con su larga melena, va dejando una estela de luces de colores, que iluminan la estancia con sus brillos. Por un momento, la noche deja de serlo y el tiempo confundido se detiene, siendo los protagonistas ajenos a su propia magia.
Con la sábana tapándoles la cabeza, dichosa la niña, aprieta con ternura la carita al cuerpo de su especial amigo. La voz, apenas es un murmullo, le narra entusiasmada, nuevas historias fantásticas y maravillosas.Ya no estará sola, ya no hay penas. Pero de sus ojos, dos lágrimas repletas de vida, se deslizan lentamente por las mejillas para terminar posándose en el pecho de Trapillo. En ese preciso momento, un corazón de trapo comienza de nuevo a latir...
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