viernes, 27 de mayo de 2011
Carta a un Espejo.
Que suerte tener cómplices, aliados, amigos. Que suerte cuando son tan buenos consejeros que pueden dibujar un pequeño sendero que para mí antes no existía, comparten su mente, me enseñan otros modos de escapar o plantar cara a situaciones de la vida. Cuando la noche más aterradora comienza a aparecer tras el desvanecimiento del sol me gusta mirar al cielo, me gusta mirar porque sé que siempre están, han estado desde el comienzo de los tiempos y ahí permanecen imperecederos. Siempre que puedo me gusta mirar al cielo porque sé que tú siempre estás ahí, eres la estrella del norte, la estrella que me guía. Son muchas las veces que intento alcanzarte pero no lo consigo, pero no ceso en mi intento y me vuelvo a levantar. Somos a veces pienso que una simple concentración de la suma de las esencias de cada una de las personas que no rodea, que nos habla, que nos mira, que nos hace sentir que existimos, mediante dolor o felicidad, la cara y la cruz que a veces están tan cerca, ¿Destinados a entendernos o a desentendernos?, pero destinados igualmente, a dar vueltas y vernos las caras una y otra vez. ¿Y quiénes somos sino, los unos sin los otros? Anónimos eternos simplemente…A veces me siento y pienso: ¿Qué agradable es tener dibujada una sonrisa en la cara? , esa misma cara que se afeaba con una sonrisa invertida. Uno se puede reír de la gente, de una situación, de sí mismo, y lo mejor es que dicen que es sano, Todos los años en la penumbra se borran en un instante, Tal vez aun no sea hora de mirarse al espejo, pero sí de reflejarse en todo lo que uno ve, siempre manteniendo esa finísima película transparente que nos hace individuos, piezas únicas del engranaje que hace mover todo esto, La sonrisa que hoy he visto, probablemente sea gracias a ti….
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