Cuando te conocí, sentí. Sentí. Pero me di cuenta que no existen los príncipes azules,
que no sería rescatado de la torre del castillo, aprendí a esperar en la sombra, a recolectar tus migajas y acepté las sobras de tiempo, los mendrugos de amor. Y era feliz. A mi manera, feliz. Acabaste con mis sueños, mis ilusiones y mi tiempo, me robaste la inocencia. Dejé de creer. No quedo nada. A pesar de todo, me entregué, me di enteramente a tu egoísmo. Decidí vivir así, ser ceniza, un cuadro de tristeza. No quedó nada de lo que ayer fui….
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